jueves, 9 de diciembre de 2010

Pasado pisado?

. Las historias más dolorosas parecen tener vida propia; siempre van y vienen como se les antoja, aparecen como si supieran jugar a las escondidas, se hacen escuchar, se hacen sentir. A veces se las puede oler en el viento, o se las escucha en alguna canción, se las puede ver en las fotos o hasta en la cara de la gente. Ellas tienen memoria, escriben sus actos, se publican, se divulgan y tienen siempre comienzos. Pero rara vez se les conoce el final, porque saben vivir eternamente si tienen de quien alimentarse. Comen, disfrutan comiendo, se aburren y comen, buscan a quien esté aburrido para comer. A quien esté distraído, y hasta a aquel que esté decidido a pretender que no existen. Se empalagan si es dulce, y a veces si es salado, como las lágrimas.

Si pudiera inventar la mejor receta sería para no darle de comer a nadie, menos aún a las historias dolorosas. Insistir en recordar, recordarse, recordarlos. Identificarse, porque les gusta mostrarse parecidas y cotidianas. Ellas te dicen que pueden volver cuando quieran, y que no tienen por qué golpear una puerta para pasar a todas partes. Por delante de tu naríz. Por detrás de tu espalda. Por debajo de tus piernas. O por encima tuyo.

Uno les falta el respeto cuando las olvida, porque son perversas. Viven de la atención de los sensibles, y coleccionan como trofeos el dolor de los insensibles, que a veces caen, como víctimas avergonzadas, a veces protagónicas de la vergüenza misma. Una novela particular y subjetiva de la que siempre alguien conoce su existencia y trata de pretender que no. Porque podría convertirse en trofeo… a veces sin notar que llegar a ese punto es prácticamente haberse convertido.

Selectivas como la memoria son, odiosas como los enemigos que a veces envuelven, dolorosas como la bala que decidieron dejar dentro de la herida porque extraerla implicaría removerla. Y removerla podría implicar un paro total. De todo.

No es fácil de creer que existan ojos ciegos, oídos sordos, bocas mudas para ellas, se propagan por el cuerpo como una bacteria que comienza con una partícula microscópica de recuerdo y se multiplica sin control, porque nadie encontró la cura. Porque no tiene cura, no puede tener cura algo que ya pasó. No se previene lo sucedido. No se borra lo sucedido. Y hay que ser muy dichoso para olvidar lo sucedido, casi un iluminado por la piedad.

Un pasado que quiere atraparte, que se niega a irse, se lleva en la cultura la negación al cambio rápido y simple. El borrón y cuenta nueva se siente utópico e irreal, se lo envidia, se lo desea. Y se escapa.

Es el cambio rápido una escapada cobarde o un acto de pura inteligencia?. Es dulce, alivia acaso?. O se convertirá también en algo que tu historia dolorosa podría digerir y convertir en alimento otra vez?. Es recordar lo mismo que enfrentar con ellas?. Se les vence al enfrentarlas, al ignorarlas, al dejarlas seguir su curso libremente?. Alguien las habrá vencido?...

Y lo que todos quieren saber cuando las ven… Se puede ser felíz con una de esas?.

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